6. Notas sobre hoy: Problema de otro.

 

Isis sabía no hacerme preguntas. Eso era lo que más me agradaba de ella. Cuando me veía molesta, triste, o lo que fuera, ella siempre esperaba a que yo me sintiera lista, y se daba cuenta cuando ya lo estaba. Me tenía más paciencia que nadie en el mundo, y sabía ponerme en mi lugar cuando era necesario.

Salí de la clase de Estrategia y me fui directo a buscarla. No le dije nada, no la abracé, no le tomé la mano, simplemente necesitaba tenerla cerca, y ella lo entendía. No me quedaban más clases ese día, pero la acompañé a la última de las suyas.

—¿Quieres que vaya hoy a tu casa? —me preguntó cuando terminó la hora, yo ni siquiera me había dado cuenta del paso del tiempo, estaba completamente absorta en mis pensamientos—. O podrías venir conmigo.

Lo sopesé un momento. Si iba, podría ver a Alarik, pero probablemente tendría que lidiar con Amón y Dustin. Si Isis venía, podría relajarme más en mi casa y mis papás se entretendrían con ella, pero tal vez podríamos toparnos con mi hermano, que haría lo que fuera por capturar la atención de Isis.

—También te puedo invitar un té helado mientras lo piensas.

—Sí —contesté inmediatamente—, eso me gusta más.

Sonrió y me tendió una mano para ayudarme a ponerme en pie. Estaba tan exhausta que la tomé.

Mientras caminábamos, Isis empezó a llenar el aire contándome cosas irrelevantes que normalmente me hubieran aburrido, sin embargo, en ese momento era un alivio oír algo que no fueran mis propios pensamientos.

—Ay, no —soltó de pronto, mientras bajábamos los escalones de la entrada a la escuela. Casi en la acera de tránsito, Markkus y otros tres de su séquito de animales estaban hostigando a Adira.

—Oh, no —dije también, sin querer, y empecé a bajar las escaleras de dos en dos, con Isis siguiéndome de cerca, hasta que me di cuenta de que Adira no estaba sola. La acompañaban Amón y Dustin.

Tanto Isis como yo nos agarramos la una a la otra para detenernos antes de que nos vieran. Todo el espacio fuera del edificio de la Academia era abierto y expuesto, no había mucho que hacer, pero los muchachos estaban idénticamente concentrados en Markkus y Adira. Me di cuenta entonces que, si no fuera por Isis y por las gafas de Adira, tal vez no la hubiera reconocido; se veía distinta sin el uniforme, principalmente porque hasta su vestimenta desentonaba. ¿Qué clase de persona usa sudadera? ¿De dónde salió, de en medio de las trincheras o qué?

—¿Qué tan insípida es tu vida para que tu mayor entretención sea molestar a otras personas?

La muchacha era, al parecer, más ácida de lo que me esperaba.

—Adira, vamos, no es tan importante —le suplicó Dustin medio tembloroso. Era difícil creer que un niño tan frágil y retraído fuera hermano de Alarik, pero el parecido no dejaba lugar a dudas, era verdaderamente una copia carbón[1] del hombre de mis sueños; en una versión miniatura, debilucha, y diez años más joven.

—Mark, no hagamos de esto un conflicto, por favor.

Amón, tan diplomático y tranquilo, la cosa más opuesta que podría haber existido a Isis. Era mayor que su hermana apenas por seis meses[2], un tema que ninguno de los dos solía tocar, físicamente no se parecían ni vistos desde un dirigible, y sus personalidades chocaban a menudo, pero era sumamente protector de ella, y ella de él.

Tenía el cabello rojo intenso, lleno de rulos, y la piel cobriza, plagada de pecas. Era casi tan alto como yo, de contextura atlética. Le gustaba usar el uniforme informal, con pantalones de buzo y la chaqueta de cortaviento. Era el tipo de persona que nunca le echaba azúcar al café porque «las cosas se disfrutan tal y como son», pero lo acompañaba con un crème brûlée o algo tanto o más dulce. Realmente me agradaba, pero nunca lograba sentirme del todo tranquila cuando estaba con él, al menos no desde que supe que la reina nos había comprometido desde los diez años.

—¿Conflicto? Pero si sólo estamos jugando. ¿No es así, Dudu?

Dustin se puso rojo hasta las orejas. Creí que se pondría a llorar. Adira le tomó una mano y le dio un par de palmaditas, a lo que él asintió y retrocedió un par de pasos.

—¿En serio? —contestó ella entonces— ¿Al más débil? ¿Tan patético eres?

Adira se movió a su alrededor mientras hablaba, quedando entremedio de todo el grupito de Markkus.

—Tengo que parar esto —dije, pero Isis me sujetó de la ropa.

—Espera —me susurró—, observa.

—¿Acaso te estás presentando voluntaria, rata?

Adira se giró por un segundo al que le habló, pero no gastó ni una palabra en contestarle.

—Y con ayuda, más encima. Tan miserable e inútil que no puedes tú sólo contra un niño de catorce años.

Markkus hizo un gesto y todos su amigos se apartaron. Él dio un par de pasos hacia ella.

—No, no, no —se interpuso Amón—. Mark, por favor, seamos un poco más razonables.

—Mejor aún, tal vez es hora de que te metas con alguien de tu tamaño. ¿O es que eres demasiado cobarde cuando de un hombre se trata?

Amón se volteó hacia ella, y esta vez yo tuve que sujetar a Isis cuando Markkus le dio un empujón que botó a su hermano a la acera. Adira se agachó a su lado para asegurarse de que estuviera bien y él asintió, haciendo un gesto con la mano para que no se preocupara.

—¿Qué tal? —dijo sonriente— No le hiciste ni un solo rasguño… Sólo te estás poniendo en ridículo.

Mark dio otro paso, con un puño en alto dirigido hacia el rostro de mi compañera, pero Adira se quitó del camino con un elegante y limpio movimiento, haciéndole trastrabillar. Intentó otro más, y otro más, hasta que la estaba persiguiendo con los puños en plena acera, y bastante gente les estaba mirando.

Se dijeron algo el uno al otro que no alcancé a oír, y al siguiente intento de golpe Adira lo agarró de la muñeca con una mano y con la otra le trabó el brazo en un giro que lo botó al piso. Mark soltó un alarido como si le hubieran roto un hueso y se retorció de dolor. Entonces arrastré a Isis conmigo. Adira acababa de hacer este espectáculo justo frente a las escaleras de la Academia. Ni siquiera se me alcanzaba a ocurrir qué clase de castigo íbamos a recibir por eso.

Dos de sus amigos le ayudaron a pararse, pero Cladius sólo se les quedó mirando. Isis se lanzó a retar y abrazar a Amón, que sólo se rio del asunto, restándole importancia. Yo me planté frente a Adira sin saber realmente qué decirle. «¿Cuál es tu problema?» era todo lo que se me ocurría.

—¿Qué hiciste? —salió de mi boca, incrédula— Te dije, te pedí, hace dos días que no nos metieras en problemas.

Inclinó la cabeza hacia un lado mientras se tironeaba suavemente el lóbulo de la oreja, pensando.

—Y no lo he hecho —fue su respuesta. Parecía genuinamente confundida con nuestra conversación.

—¡Ja! —se rio Markkus con fuerza, apenas en pie— Está todo en cámara —apuntó tanto a las de los postes en la calle como a las de la Academia—. No te librarás de esto.

Ella alzó una ceja y le hizo un gesto a Dustin para que se acercara. Le susurró algo y él nos mostró en la palma de su mano el kap de Adira, y reprodujo en un holograma toda la discusión.

—No sabía que había cámaras, pensé que tendría que grabarlo por mí misma —aclaró—. ¿Te has leído alguna vez el código de conducta de la Academia?

Me sorprendió lo suficiente para callarme y seguir escuchando. Cladius apretó los labios para no reírse, y Markkus sólo parecía molesto otra vez.

—Obvio. Cualquier estudiante que cause algún altercado se va sancionado.

—Ah… no. No. Veo que no. Bien. Es cualquier alumno que cause un altercado mientras esté usando el uniforme, en el lugar que sea, o que provoque a otro dentro del terreno o las inmediaciones de un edificio de la Academia.

Señaló con una mano la grada que dividía las aceras pública y privada sobre la que estábamos, y luego indicó la grabación. Claramente el único que había transgredido todo lo anterior era Markkus.

—Esto sería más sencillo si dejaras de molestarme a mí y las personas con las que me junto —dijo Adira en la grabación, era la interacción final que no había podido escuchar.

—Tú me importas un carajo.

—¿Entonces? ¿Qué es lo que tanto te obsesiona? —Markkus no contestó de inmediato—. Dímelo.

—Tu compañera, la viuda negra —se me retorció el estómago y sentí mis piernas más débiles por un momento. Isis me afirmó sin que el resto se diera cuenta—. Los animales no deberían —la frase quedó sin terminar, pues ahí es cuando Adira lo volteó en el aire. El impacto contra el piso fue… potente, pero se aseguró de que no se golpeara en la cabeza.

El holograma desapareció y ella se aclaró la garganta.

—Si no nos llaman a dirección, esto todavía puede salir bien. Déjalos en paz, y este video no llegará a manos de nadie más que nosotros. ¿Capisci?

Todos se quedaron inmóviles, excepto Cladius. Rápidamente, examinó a Markkus y de uno de sus bolsillos le sacó una especie de dispositivo pequeño con pantalla de proyección. Se volteó hacia Adira y avanzó con prontitud.

Completamente. Grazie.

Le ofreció el aparato y ésta lo tomó con cuidado, para luego dejarlo en las manos de Dustin.

—Esto no se va a quedar así, no van a —Cladius le tapó la boca con la mano a Markkus antes de que pudiera seguir.

—Ya nos vamos —le dijo suavemente a Adira—. Nos vamos —le ordenó a Markkus y los demás, y se marcharon de inmediato. Cladius se giró un par de veces para mirarme a mí y luego a Amón, pero no hizo amago de devolverse.

Entonces, con las cosas finalmente en calma, me di cuenta de que estaba sintiendo náuseas. Ser llamada «viuda negra» otra vez había desbloqueado demasiado recuerdos que prefería mantener enterrados.

—Nosotras también —anunció Isis tomándome la mano abruptamente—. ¡Nos vemos!

Jaló de mí y yo la seguí sin pensar. Necesitaba salir luego de ahí.

 



[1] Cuando la correspondencia todavía era escrita principalmente a mano o a máquina, se utilizaba el papel de calco o de carbón para crear una copia lo más parecida posible al original.

[2] La gestación humana tarda entre veintiséis y treinta semanas de Vrao, que en promedio es alrededor de cinco meses y medio.


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