5. Дневник (dnevnik) [Diario]: Una pequeña distracción puede ser de mucha ayuda.

 

No sabía qué tan lejos estaba esa fuente de agua, ni a qué ritmo podíamos avanzar, y no saber cuándo llegaríamos a ella me irritaba. Tampoco sabía cómo volver a la Tierra, pues obviamente ya no estábamos en ella. Y tampoco sabía dónde diablos estábamos. No había ni la más mínima pizca de seguridad en nada de lo que hiciéramos o pensáramos, y al parecer yo debía hacerme cargo. «Joder» se convirtió en un pensamiento recurrente, entre otros similares.

Mis amigas estaban nerviosas, podía sentirlo en mi piel y mis huesos, como si fueran parte de mí, pero a pesar de eso estaban manteniendo la compostura y me estaban siguiendo. «Dioses, siguiéndome a mí, ¿cómo es que siempre pasa esto?». Sentía náuseas en la boca del estómago.

—Anoche soñé algo —les dije para distraerlas de la situación.

—¿Qué cosa?

—¿Con nosotras?

—¿Con una selva? Ja, ja.

—¿Estamos en un sueño?

—Con unas escaleras, otra vez. Soñé que subía y subía las escaleras de un edificio. El sueño empezaba conmigo corriendo escaleras arriba.

—¿Corriendo? ¿Algo te perseguía?

—No. No lo sé. No estoy segura, pero tenía que llegar rápido arriba.

—¿Qué había arriba?

—Espera, espera. La cosa es que yo iba subiendo, y partía corriendo desde el subterráneo porque toda la iluminación era artificial, pero era, como, demasiado fuerte y a veces me costaba ver los escalones, y me tropezaba y resbalaba, creo que en algún momento me caí un piso completo, pero yo me paraba y volvía a correr.

—¿Será que eres muy perseverante?

—O muy idiota, ¡ay! Pero no me pegues, si es verdad.

—La luz significa iluminación. Hay algo que tienes que ver.

—¿En serio?

—También puede ser falta de autoestima.

—O soberbia.

—¿Por qué saben esas cosas? Bueno, en fin, en algún momento dejé de estar en el subterráneo porque empecé a ver pequeñas ventanas por las que entraba la luz del sol, pero no podía ver para afuera, e intercaladas por piso estaban las puertas de los departamentos, pero no tenían números consecutivos, iban dando saltos de piso aleatorios. No entiendo qué onda con el edificio. Y podía escuchar voces detrás de las puertas, a veces eran conversaciones y a veces personas hablando solas, pero podía escucharlas súper claro, como si me hablaran a mí —hice una pausa, esperando comentarios, pero no los hubo. Estaban concentradas escuchándome—. A medida que llegaba más arriba, las voces se iban haciendo menos frecuentes, pero más nítidas, me hablaban directamente a mí. Hasta que escuché a un niño llorando, un bebé, y empecé a subir los escalones de tres en tres. Cuando llegué arriba, las escaleras habían desaparecido, y me encontré en la azotea de un edificio tan alto que sólo podía ver nubes hacia abajo. El cielo estaba claro, pero no veía el sol. Y en frente mío había una mujer embarazada, sabía que estaba feliz pero no podía verle el rostro, y le hacía cariño a su pancita. Quise aproximarme, pero cuando empecé a avanzar me di cuenta de que yo tenía en brazos al bebé que lloraba, que ahora se había calmado y hasta reía, y me estaba tomando el dedo meñique. Iba a decirle algo, no sé qué, pero entonces se posó en mi hombro un pájaro azul brillante, precioso, que emitió un solo graznido y me despertó.

—¿El graznido te despertó?

—Bueno, mi alarma también estaba sonando cuando abrí los ojos.

—¿Alguna vez tienes sueños normales, Adira?

Sin darme tiempo a contestar, todas empezaron a opinar sobre qué significaba cada aspecto del sueño, y al cabo de un rato la conversación comenzó a derivar en otras cosas, como el examen que teníamos la próxima semana, de qué haría la gente «en casa» cuando notaran que no estábamos, que la humedad les estaba arruinando el alisado, muchas cosas que en mi mente no tenían cabida por ahora, pero que a ellas las mantenían entretenidas, y a mi cuerpo un poco más relajado.

 

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