3. Bitácora: Un lugar oscuro y frío llamado «Central».
Día
2 — Afro, 17 de Hermes. Año 6512.
—¿Aparte de que me subieron y me bajaron?
—reprimí una risa y asentí— Creo que tenemos que hablarlo entre todas.
Bajamos en silencio hacia los cuarteles,
Mila me guio a través de las secciones y luego hasta encontrar los camarotes en
que estaban las chicas esperándonos. En un amplio sector a nuestro alrededor,
ninguna cama estaba ocupada, pues era un espacio reservado; no nos dieron
detalles, pero las miradas intensas que cayeron sobre nosotras daban a entender
la idea. Además de que había muy pocos humanos por donde quiera que
miráramos, por algún motivo nosotras ya
llamábamos su atención.
Después de asaltarla con preguntas, sin
obtener respuesta alguna, se callaron al instante que Mila abrió la boca.
—Me quieren hacer más exámenes —murmuró y me
tensé de sólo oír eso, ya llevaban todo el día clavándole distintas agujas y
midiéndole niveles de múltiples cosas—, pero lo más seguro es que sí. Creen que
yo soy la… princesa —parecía costarle decir la palabra.
—¿Y qué significa eso?
—Sí, ¿qué pasa con nosotras?
—¿Nos quedaremos aquí?
—¿Y el colegio?
—¿Cuándo podemos volver?
—¿Cómo podemos volver?
Las preguntas se mezclaban unas con otras,
las decían al mismo tiempo, o tan rápido que incluso era difícil distinguir lo
que estaban diciendo.
—No lo sé —admitió, y un manto de silencio
mortal cayó sobre nosotras—, pero pretendo averiguarlo. Para eso, tengo una
idea, pero voy a necesitar su ayuda.
—¿Qué tenemos que hacer? —preguntó Fernanda
inmediatamente.
—Primero… ocultarme.
—¿Qué? —soltó Paz.
—Necesito que ninguna de nosotras admita o
niegue ser la princesa —hizo una pausa, mas no hubo reacción alguna—. Por
ahora, sólo un puñado de gente sabe quién soy, altos mandos, Ofelia, Atenea y
un par más, todos dijeron que es información clasificada, pero no me cabe dudas
que ya se esparció el rumor de la existencia o regreso o como sea de la
princesa azul. Necesito que ocultemos quién de nosotras es.
—No creo que sea fácil —respondió Ledya con
expresión atribulada.
—Yo no creo que sea difícil —comentó Paz—.
Mi apuesta está en Zara o Martina, ellas son las que más parecen princesa.
El cerebro se me apagó por un momento.
—¡¿Qué?!
—¿Yo? ¿Cómo?
—Yo hubiera dicho que tú —agregó Zara
indicando a Ledya—. Eres la más calmada y compuesta aquí, ¿Quién mejor para
cargar con el peso de la corona?
—Yo pensé en Paz —replicó ella en cambio, y
Mila me dio un codazo para que controlara mi reacción.
—¿Yo? Me estás —.
—Piénsalo —agregó Fernanda—, eres la primera
en reaccionar y la más —pensó cuidadosamente la palabra— exaltada —miró a Mila
para asegurarse de que la había usado bien y ella asintió disimuladamente—, sí,
exaltada, y eso hacía buenos a los reyes de antes, ¿no? Liderar al resto en
batalla, proteger a la gente con su furia y todo eso.
Se hizo un instante de silencio.
—La verdad es que tiene un punto —accedió
Zara—. Pero todavía no entiendo, ¿por qué?
—Por un lado, quiero ver la reacción de la
gente. Ver quién creen que es la princesa, por qué… y qué llegan a pensar de
nosotras.
—Tiene que haber algo más.
Mila dejó salir un suspiro lento y pesado.
—Para ser libre, ¿no? —entendió Paz, para
sorpresa de todas— Si no eres la princesa, no van a obligarte, amarrarte, ni
encerrarte con tal de cuidarte. ¿Me equivoco?
—Pero es la única forma que tenemos nosotras
de cuidarla —la cortó Fernanda rápidamente—, de cuidarte, Mila. Si saben quién
eres, estás en peligro. Si no lo saben, si cualquiera de nosotras puede serlo,
no van a arriesgarse, ¿verdad?
—¿A qué te refieres? Se supone que aquí
estamos a salvo.
—¿Y crees que nos van a dejar encerradas
indefinidamente?
—Si ninguna es la princesa, no van a
arriesgar a ninguna de nosotras.
—También podrían intentar matarnos a todas.
—Que lo intenten. Adi, quiero decir, Mila
bien puede con todos.
—Preferiría no llegar a ese extremo…
—Y yo preferiría estar en mi casa.
Se hizo un momento de silencio, todas
mirando a Paz, ella mirando a Mila, y mi amiga profundamente concentrada en el
piso a sus pies. Un segundo más tarde, se paró y se fue, y yo tras ella.
—Mila —la llamé.
—No.
—Mila, por favor.
—No, ahora no. Por favor.
No quería hacerlo, pero me detuve y la dejé
ir. Sabía que no podría salir de Central, pero ese sitio era lo suficientemente
grande para perderse por días y días.
Volví a paso lento y cansado. Los gritos de
Paz defendiéndose se escuchaban ya a la distancia, intentando decir que no era
su intención, que igual todas lo estábamos pensando, que ella tenía que hacerse
cargo de lo que había hecho.
—Todas la seguimos hasta aquí.
Fernanda era la más furiosa con Paz, curiosamente. A mí sólo me revolvía el estómago tener que oírla.
—No eres la única que extraña su casa —le
contesté a Paz, y me quedó mirando como si tuviera pájaros en la cabeza—, pero
sí eres la única que prefiere echarle la culpa a Mila en vez de ayudarla.
No me contestó.
Ofelia y Atenea nos fueron a ver antes de la
hora de dormir. Como lo sospeché, Mila no pasaría la noche en el camarote
asignado, pero no nos dieron más detalles. En cambio, nos entregaron otra cosa:
Nuestros horarios.
—¿Historia?
—¿Entrenamiento?
—¿Trabajo comunitario?
—Si van a estar viviendo acá, tendrán que
acatar ciertas reglas —partió Atenea.
—No las van a mandar en misiones ni nada por
el estilo, en verdad es más que nada ir a la escuela, nivelar sus conocimientos
con lo que corresponde a su edad, entrenar algunas de sus habilidades, y
aportar su poco en la convivencia.
—Idealmente les van a buscar una tarea
ligera, apropiada para cada una, en la que puedan trabajar para el bien de la
comunidad.
—¿Y qué hay de Mila? —preguntó Paz
bruscamente, y ambas le quedaron mirando atónitas— ¿Qué hay en el horario de
Mila? ¿También va a tener que trapear los baños o a ella le van a enseñar a
caminar propiamente y llevar la corona sin que se le caiga?
Sentí la ira extendiéndose por todo mi
cuerpo, realmente estaba a punto de colmar mi paciencia por completo, es que en
serio se estaba pasando de todos los límites posibles.
—Depende de ustedes —le contestó Atenea
calmadamente—. Si acceden al plan de Mila, todas tendrán que aprender a «llevar
la corona sin que se les caiga».
—No sé qué significa eso, pero sí —dijo
inmediatamente Zara—, lo que haga falta.
—Yo también —nos adherimos Fernanda y yo
casi al mismo tiempo.
—Y yo —agregó Ledya.
—Si no hay de otra…
—Oh, sí la hay —replicó Ofelia—. Ella nos
dejó claro que nada sería obligación para ustedes. Ninguna está obligada a
hacer nada aquí, serán tratadas como cualquier otra persona y punto.
—Igual que ella —se le sumó Atenea—. Su
única y gran condición para hacer esto voluntariamente, fue que no las
tratáramos con deferencia alguna. Ella incluida.
Tras un momento de duda, Paz asintió.
Día
9 — Zero, 24 de Hermes. Año 6512.
—Me han estado evaluando —anunció así sin
más—, a ustedes también. Les han encontrado distintos trabajos, los más ideales
para cada una, creo que les agradarán. A partir de la próxima semana tendrán
que empezar con distintos entrenamientos físicos, de combate y todo eso, por si
quieren salir.
—¿Y tú?
—Es lo que he estado haciendo toda la
semana.
—¿Cómo?
—La razón por la que me han estado evaluando
a mí es porque solicité algo diferente. Aprobaron mi perfil psicológico, así
que me van a permitir participar en misiones menores. Hay una colonia debajo de
la ciudad, de Aktí, donde se han escondido refugiados o esclavos que han huido…
Pedí trabajar ahí.
—Estás loca.
—¿Y qué vas a hacer ahí?
—¿Para qué?
—¿Por qué en la ciudad?
—Me pondrán en el suministro de comida, eso
es todo, tampoco es la idea arriesgarme, pero… hay algo más. Un miembro de la
URL me va a adoptar, en la superficie, y fabricarán una historia creíble para
que pueda ir a la Academia.
—¿Qué es la Academia? —pregunté
completamente perdida.
—Es como el colegio —explicó Ledya—, pero
paramilitar.
—¿Para militares? —soltó Paz
instantáneamente.
—No, no, no, «paramilitar», significa que
tiene una estructura militar, sin serlo.
—¿Y para qué vas a ir tú a eso?
—Para aprender de la forma en que ellos
aprenden, saber cómo piensan, cómo entrenan… La mejor forma de derrotar un
enemigo es conociéndolo. Y la única forma de volver a casa, es derrotando a
este enemigo.
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